La santidad y su representación artística fueron dos aspectos que caracterizaron la cultura del Barroco. En 1517 Martín Lutero publicó las noventa y cinco tesis de Wittemberg e inició la Reforma protestante. Durante décadas, distintas confesiones y estados europeos declararon su independencia espiritual del Papado de Roma y negaron de manera sistemática buena parte de la doctrina, los ritos y la liturgia católicos. Los Sacramentos, las imágenes religiosas y el culto a los mediadores, la Virgen y los santos, fueron los objetivos más duramente criticados por calvinistas, luteranos y anglicanos, y este ataque supuso un fuerte golpe para el catolicismo. Roma y los estados que permanecieron fieles a ella como España se tomaron su tiempo para fijar la postura oficial de la Iglesia católica, y no fue hasta pasado el Concilio de Trento (1545-1563) cuando se puso en marcha la Reforma católica o Contrarreforma.

Tras el Concilio de Trento, el culto a los conocidos como mediadores y la definición del catolicismo como una religión decididamente visual fueron ejes de la reacción católica a la Reforma protestante. A partir de finales del siglo XVI, en el Mediterráneo, las imágenes pictóricas y escultóricas de la santidad se multiplicaron. Su objetivo fue mover a los fieles a la imitación devota de los modelos de virtud que en ellas se mostraban y, para lograrlo de forma eficaz, se intensificó su realismo. El objetivo fue llegar al corazón de los espectadores a través de obras de enorme verismo y gran carga dramática y, así, crear imágenes de fuerte impacto emocional.

En València, Málaga, Madrid, Milán o Nápoles, los santos bajaron de los altares y se confundieron con los fieles para mostrarse ante ellos como seres de carne, sangre y lágrimas. Humanizados como nunca, los héroes y heroínas del catolicismo dejaron de ser iconos y se manifestaron como reales a través de un extenso caudal de imágenes nacidas para persuadir y conmover que supuso una de las cumbres de la historia del arte en España. Más de trescientos años después, la potencia intacta de estos retratos de una santidad real, humana y emocional prueba que, hoy como ayer, el mundo se mueve a través de las emociones.

Esta exposición, realizada en colaboración con el Museo Carmen Thyssen Málaga, analiza la santidad barroca a través de una selección de 36 pinturas y esculturas españolas y algunos ejemplos italianos que muestran la comunidad de intenciones en el Mediterráneo del siglo XVII. Al mismo tiempo, se propone una mirada actual a las artes como vehículo de las emociones, mostrando su vigencia en la cultura visual contemporánea.